(París)
Miércoles por la mañana. Te escribo desde la cama. Me siento fatal - mi ánimo ha estado muy bajo los últimos días. No me siento muy bien y estoy deprimido. ¡Qué carácter tan imposible tengo! Nada puede alegrarme y veo todo a traves de lentes oscuras. Me aburre todo, incluso la ópera. Han comenzado los ensayos, pero van tan despacion que uno se desespera. Están cortando mucho la ópera. Madame Carré lo hará bastante bien, pero quiere demasiados cortes porque cree que, de otro modo, el esfuerzo sería demasiado para sus fuerzas. Pero no hay otra salida, porque si ella no canta el papel, seguro que retrasan la ópera y eso sería su final; y esa es otra razón para que mi ánimo esté bajo. ¡Cómo me gustaría tenerte a mi lado! Siempre me inspiras valor. He recibido una carta de Conried*, que me pide que me marche el 15 de diciembre. Esto es otro incordio. ¡No quiero ir! Dime: ¿tienes o conoces algún medicamento que sirva para subir la moral y sea bueno para alguien que está hecho polvo como yo? Debe haber una medicina así en Londres y tú, que sabes de todo, me la podrías encontrar - para tu fiel amigo que se preocupa tanto por ti. Lo harás, ¿verdad? La idea de verte otra vez unos días en París me anima. ¿Por qué no hace Tosti ese sacrificio por mí? Me encantaría verle aquí.
* Se refiere a Heinrich Conried, empresario del Metropolitan de Nueva York, con quien se había comprometido a asistir a las representaciones de Butterfly y Manon Lescaut en dicho teatro.
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