(Milán)
4 noviembre 1905
Esta noche salgo para Torre del Lago, después de pasar unos días aquí y en Bolonia que ciertamente no han sido tan felices como los que pasé en Londres, días que serán inolvidables para mí. Lo recuerdo todo: la dulzura de tu carácter, los paseos por el parque, tu voz melodiosa y tu radiante belleza. Créeme cuando te digo que estoy profundamente desesperado y que todo lo que me rodea me oprime: con cuánta frecuencia pienso en mi estancia en Londres, tan corta.
Te envío mis pensamientos más afectuosos y, por favor, escríbeme: una carta bonita que me consuele por la pérdida de tu encantadora y deliciosa compañía.
4 noviembre 1905
Esta noche salgo para Torre del Lago, después de pasar unos días aquí y en Bolonia que ciertamente no han sido tan felices como los que pasé en Londres, días que serán inolvidables para mí. Lo recuerdo todo: la dulzura de tu carácter, los paseos por el parque, tu voz melodiosa y tu radiante belleza. Créeme cuando te digo que estoy profundamente desesperado y que todo lo que me rodea me oprime: con cuánta frecuencia pienso en mi estancia en Londres, tan corta.
Te envío mis pensamientos más afectuosos y, por favor, escríbeme: una carta bonita que me consuele por la pérdida de tu encantadora y deliciosa compañía.
perdona Darío, mi ignorancia, y sobre todo, la poca importancia que puede parecer tener mi pregunta: ¿estaba Puccini enamorado de esta mujer?, o ¿era solo su amiga muy querida? Lo de la desesperación suena a una obsesión romántica
ResponderEliminarLa pregunta tiene mucho sentido, pero me temo que cualquier respuesta que se le dé no deja de ser una conjetura; los biógrafos han discutido siempre la importancia y la naturaleza de esta relación y no han llegado a una conclusión unánime: unos afirman que entre ellos existió una prolongada relación amorosa; otros, que fue una de tantas amantes y algunos (entre los cuales cabría incluir a Vincent Seligman, hijo de Sybil), que entre ellos sólo existió una larga y sincera amistad. Yo me inclino por esta última opción, pero con un matiz importante que creo que ya queda lo suficientemente avalado por las pocas cartas que he traducido hasta ahora y, en concreto, por esta carta que comentas y la dirigida a Antonio Bettolacci en octubre de 1905. En ella, Puccini se sincera más que en otras escritas por esas fechas (está pasándoselo en grande en Londres, donde está solo y no parece echar de menos a Elvira) y en su primer párrafo, hay una expresión que no comprendo y que he dejado sin traducir y he señalado con (...), pero que podría referirse a algún escarceo amoroso. Si así fuera, veríamos a un Puccini dispuesto a mantener algún romance con la primera mujer atractiva que se le pusiera de por medio. Esa mujer pudo ser Sybil, quien le admiraba profundamente; en ese caso, los dos factores se habrían aliado y potenciado, despertando en Puccini una pasión a la que quizá sucumbieron durante un tiempo o a la que seguramente Sybil supo ponerle freno con inteligencia y discreción.
ResponderEliminarLas palabras de esta carta suenan sinceras y sentidas (cosa que no se puede decirse de las que escribió a Rose Ader en sus últimos años de vida) y lo cierto es que Puccini, que era obsesivo y un punto ciclotímico, mantuvo con ella una larga relación epistolar en la que, como veremos, nombra al marido y los hijos de Sybil con total naturalidad, pero me da a mí que las casi quinientas cartas que Vincent no publicó nos despejarían las dudas completamente.